Historiadores, sociólogos, politólogos y otros científicos sociales hablan de la “desmemoria” del pueblo venezolano, pero poco se hace para aminorarla y cuando se asume la tarea se concentra en la historia patria. En el olvidó quedan aquellos personajes que han aportado desde sus actividades en las artes, la cultura o la ciencia. En ese contexto se ubica la trayectoria del personaje que hoy traigo a cuento. Para ello debemos hacer memoria, unos ochenta años atrás.
La Venezuela de finales de la década de los veinte y comienzo de la siguiente está preñada de acontecimientos de diversas índoles. Se cuentan, entre otros, el recuerdo de los sucesos de la Semana del Estudiante del año 28, los del Falke en la Cumaná del 29, las publicaciones de venezolanos en Europa, como Rómulo Gallegos en Barcelona (Doña Bárbara) y Arturo Uslar Pietri en París (Las lanzas coloradas), el Centenario de la Muerte del Libertador en el 30, la inauguración del Hotel Majestic, la instalación de Broadcasting Caracas, la creación del Orfeón Lamas y la fundación de la Orquesta Sinfónica Venezuela en el 29 y 30, respectivamente.
En esos días, específicamente el 22 de febrero de 1930, viene al mundo en la parroquia San Juan de Caracas, un niño que con el tiempo se convertiría en un importante tenor de reconocida fama mundial; que supo ir del canto popular al lírico, razón por la cual fue llamado el «tenor favorito de Venezuela».
El Instituto San Pablo, las escuelas “19 de abril”, “Ángel Rivas Baldín” y “Enrique Delgado Palacios” vieron la formación inicial del joven Alfredo Sánchez Luna, su nombre de bautismo. Es en ese mundo estudiantil donde entró en contacto con sus primeras experiencias artísticas, orientado por el padre Sadi, quien lo acercó a los estudios teatrales, el canto, el solfeo y la apreciación musical. Con el tiempo, Norteamérica, Milán, Viena y Salzburgo también serían testigos de su perfeccionamiento profesional.
La Venezuela de finales de la década de los veinte y comienzo de la siguiente está preñada de acontecimientos de diversas índoles. Se cuentan, entre otros, el recuerdo de los sucesos de la Semana del Estudiante del año 28, los del Falke en la Cumaná del 29, las publicaciones de venezolanos en Europa, como Rómulo Gallegos en Barcelona (Doña Bárbara) y Arturo Uslar Pietri en París (Las lanzas coloradas), el Centenario de la Muerte del Libertador en el 30, la inauguración del Hotel Majestic, la instalación de Broadcasting Caracas, la creación del Orfeón Lamas y la fundación de la Orquesta Sinfónica Venezuela en el 29 y 30, respectivamente.
En esos días, específicamente el 22 de febrero de 1930, viene al mundo en la parroquia San Juan de Caracas, un niño que con el tiempo se convertiría en un importante tenor de reconocida fama mundial; que supo ir del canto popular al lírico, razón por la cual fue llamado el «tenor favorito de Venezuela».
El Instituto San Pablo, las escuelas “19 de abril”, “Ángel Rivas Baldín” y “Enrique Delgado Palacios” vieron la formación inicial del joven Alfredo Sánchez Luna, su nombre de bautismo. Es en ese mundo estudiantil donde entró en contacto con sus primeras experiencias artísticas, orientado por el padre Sadi, quien lo acercó a los estudios teatrales, el canto, el solfeo y la apreciación musical. Con el tiempo, Norteamérica, Milán, Viena y Salzburgo también serían testigos de su perfeccionamiento profesional.
No obstante, en esos prim
En los días del “Trienio” debutó como cantante en Radio Caracas en algunos programas de canto en vivo. Al año siguiente, participó en el programa «Caravana Camel» que transmitía Radiodifusora Venezuela, junto a Magdalena Sánchez y Alci Sánchez. Desde entonces fue cuando se cambió el apellido por uno que él consideraba más comercial: Sadel, resultado de una combinación del apellido Sánchez con Gardel, artista del cual era admirador.
Las presentaciones en Radiodifusora facilitaron ese mismo año las del Teatro Nacional, el Teatro del Pueblo y Radio Tropical, así como la de la inauguración del Edificio Ondas del Lago (Maracaibo) y Radio Valera (Trujillo). Lo mismo puede decirse de sus incursiones en el cine a través de las películas Misión atómica de Bolívar Films o Flor de Campo.
En 1948 grabó el pasodoble Diamante Negro, disco que vendió 20 mil copias y que le permitió granjearse una gran popularidad, la cual se acrecentó al año siguiente, con los boleros Son dos palabras de Carlos Cruz Diez y Desesperanza de María Luisa Escobar, entre otros; esta última pieza declarada entonces canción nacional.
Cuando llegó a los Estados Unidos en 1952, para realizar varias presentaciones en el Teatro Jefferson y el Château Madrid, era un artista admirado por la sociedad venez
Mientras en Venezuela corría el tiempo del “Nuevo Ideal Nacional”, Sadel, entre 1954 y 1957, intensificó sus presentaciones con giras en Estados Unidos, Puerto Rico, Cuba y Venezuela. Un ejemplo de esto último son las actuaciones en el Nuevo Circo de Caracas y su intervención en la apertura del Salón Naiguatá del hotel Tamanaco.
En estos años participó en el cine mexicano en Tú y la mentira, y El ratón. Además de la grabación de varios discos, promovió en 1947 la fundación de la Asociación Venezolana de Artistas de la Escena (Avede). Para entonces, ya Alfredo se había convertido en un ídolo Latinoamericano.
En 1958 es contratado por la Metro Goldwyn Meyer para sustituir al tenor Mario Lanza en Hollywood, pero el contrato no lo pudo cumplir por una demanda legal de Lanza. Se convertía así en el primer venezolano vinculado a la meca del cine. Nuevos escenarios se fueron sumando a su trayectoria: Ed Sullivan Show (CBS), Firestone Show (Nueva York), Radio Cadena Caracol (Medellín y Bogotá), Teatro Margot (México), televisora mexicana, televisora argentina (canal 13).
Su cambio en el estilo musical, de lo popular a lo lírico se produce a partir d
Al final de sus días regresó al género popular, cuyo repertorio incluía canciones, boleros, tangos, valses, jotas, chotis, sones, danzones y hasta rancheras. Varios compositores venezolanos están en deuda con él, pues gracias a su voz se popularizaron obras de Aldemaro Romero, Conny Méndez, René Rojas, María Luisa Escobar y Chelique Sarabia, entre otros. Grabó más de 2.000 canciones recogidas en 200 discos, editados en diversos países.
El maestro José Ignacio Cabrujas le dedicó las palabras que siguen, las cuales resumen lo que
realmente era nuestro personaje como cantante: “Ocurre que hay voces más allá de ellas mismas. Supongo que mucho más importante que cantar bien o mal, o mediano, mucho antes de caer en eso que solemos denominar un juicio crítico (¡y dudo que en la vida exista algo más expuesto a un juez, que un cantante!), una voz puede tener el privilegio de representarnos a todos. En casi, no se trata de cantar bien, qué se yo, un bolero o un aria de Donizetti, que en el fondo es lo mismo. Se trata de cantar bien a una gente, o dicho con el mejor egoísmo, se trata de cantarme a mí.” (…) “Ese es Alfredo Sadel”.
América (Estados Unidos, Perú, Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Argentina, México, Ecuador, Costa Rica, Brasil, Panamá, Venezuela) se hizo insuficiente para sus presentaciones, por eso en estos años también se le verá en Alemania, Francia, Italia, Belgrado, Yugoslavia, Letonia, Bulgaria, Hungría, Suiza, España, la Unión Soviética y Siberia. En esta última región, como en otros tantos, se convirtió en el primer cantante lírico venezolano en visitarlo. El acercamiento a estos países lo obligó dominar otros idiomas, como el ruso, italiano, alemán, francés e inglés.
A pesar de sus permanentes giras de conciertos alrededor del mundo nunca se olvidó de Venezuela. Se cumplía así la sentencia que emitió José Balza en 1989 en relación a él y la venezolanidad: “la voz de Alfredo Sadel esconde en su resonancia, en su versatilidad, el esplendor y lo deleznable del alma venezolana.”
En este sentido realizó varias giras en las cuales se presentaba principalmente en el Teatro Nacional; promovió la fundación del Plan Nacional de la Ópera en Venezuela; organizó una gran temporada en la Universidad Central de Venezuela, que es llevada luego al interior del país; se presentó en el Hotel Tamanaco junto al maestro Aldemaro Romero; debutó en el Teatro Teresa Carreño junto a la Orquesta Sinfónica Venezuela con un repertorio de arias y dúos de óperas, el 15 de mayo de 1988; repitió en el Teresa con la intérprete argentina María Marta Serra Lima y el trío mexicano Los Panchos.
En cuanto a esta última aparición en público, realizada el 24 de mayo de 1989, Daniel Bendahan, en su obra Hispanoamérica en la música del siglo XX, nos cuenta: “…tenía totalmente agotadas las localidades para aquella memorable función (…). La atracción de la noche era otra presentación del famoso tenor venezolano, quien aquejado por la enfermedad que lo llevaría a la tumba, había abandonado su lecho de enfermo para acudir a la cita que tenía con su público. Con su proverbial profesionalismo y con su inolvidable voz, Sadel cumplió con creces el programa que se había impuesto y hasta hizo un bis para complacer a la audiencia, que le aplaudía de pie. Fue una función cargada de emociones, pues tanto el artista como el público comprendieron que se trataba de una despedida.” La muerte lo sorprendió en su ciudad natal, el 28 de junio de 1989.Durante el año 199
Un año antes, la Alcaldía del Municipio Libertador y Fundapatrimonio, luego de un largo proceso de restauración, reinauguró el antiguo Teatro Guzmán Blanco con el nombre de Teatro Municipal de Caracas Alfredo Sadel.
Por su parte, en el Municipio Baruta se bautizó una plaza con su nombre, homenajeando a “la figura del más alto y extraordinario de los cantantes de Venezuela”, como un día lo llamó Luis Pastori.
¿Será suficiente esto para dar a conocer a nuestros contemporáneos el aporte que legó este personaje a la música y al arte en Venezuela y en el mundo?
Jesús Eloy Gutiérrez
Julio, 2008
Fotos: Archivo Centro Documental Teatro Teresa Carreño
