El curador de Teresa
Curador y encuadernador de libros, nacido en Cumaná.
Desde muy joven se trasladó a Caracas donde estudió el bachillerato por los
lados de San Agustín y Candelaria. De la ciudad capital se trasladó a Estado
Unidos, Europa y otros países latinoamericanos.
De
su itinerario de viajero tanto por el país del norte como por el viejo
continente le quedó la experiencia del oficio aprendido de conservador de obras
graficas y de papel, además de la encuadernación y grabados de libros, lo que
podría en práctica por casi un década en sus labores en el Museo de Bellas
Artes de Caracas, como especialista en la Restauración de
Libros, Manuscritos y Obras Gráficas. Entonces dirigía el Museo Marcos Miliani.
Llamado cariñosamente el “Chamo” o “Chamito”, mote le viene de estos días. Con esa palabra saludaba
y que según nos relató una vez, para él tenía algo de afecto, de gracia.
Recordaba habérsela escuchado muchas veces a los portorriqueños y cubanos que
vivían en Nueva York. Como el “Chamo Arturo”, o simplemente el “Chamito” fue
conocido entre sus compañeros del Teatro y así se le recuerda ahora que no está
entre los mortales.
Del
Museo de Bellas Artes vino el llamado hecho por el director general del Teatro
Teresa Carreño Elías Pérez Borjas para que se ocupara de los documentos,
objetos y recuerdos de Teresa Carreño que había sido otorgados en comodato al
Teatro con la finalidad de que cristalizará un sueño que rondaba en algunas
mentes venezolanas desde finales del siglo XIX y comienzos del XX, de crear un museo
con los objetos dejados por Teresa en su visita a finales del siglo XIX y lo
que llegaron de Nueva York a mediados de siglo pasado. En relación a esto,
Arturo le declaró años más tarde a la periodista Brenda Berrocal: “Siempre me
llamó la atención su vida y su obra. No pensé dos veces cuando me ofrecieron
este puesto”.
A
sus noventa y tres años, y aunque fue jubilado de la institución, siguió
trabajando día a día porque los venezolanos y extranjeros que visitaban el
Teresa Carreño pudieran saber algo más de la primera venezolana universal. Esa
labor le fue reconocida en diversas oportunidades por la gente del Teresa
Carreño, como lo demuestra su nombramiento como miembro honorario de la Fundación en 2006 o el reconocimiento otorgado en 2007 por el
Sindicato de los Trabajadores de la Fundación en nombre de los trabajadores, por su
“talento, constancia y ejemplo” en el Día Internacional del Trabajador.
Su
acercamiento al personaje de Teresa Carreño se remonta a 1938, cuando asistió a
la ceremonia con motivo de la llegada a Venezuela de las cenizas de la artista,
traídas de Nueva York. Relataba en muchas ocasiones: “ese día fue mucha gente y
vio el espectáculo de cuando sacaron el ánfora preciosa (…) y en la noche hubo
un acto en el Teatro Municipal que yo fui… Tengo el discurso que dio… Juan
Bautista Plaza”. No se imagina entonces que cuarenta años más tarde comenzaría
a ser parte de la memoria que se tendría sobre la artista.
Tanto
en sus primeros años en Venezuela, su estadía en el exterior como en sus más de
dos décadas en la Sala Permanente
Teresa Carreño conoció a distinguidas personalidades del mundo cultural,
artístico y político del momento. En este aspecto se destacan Carlos Gardel,
Alfredo Sadel, Nicolás Veloz, Jovito Villalba, Rómulo Betancourt, Juan Bautista
Plaza, Pedro Antonio Ríos Reyna, Gabriela Montero, Judith Jaimes, María Luisa
Escobar y Ana Julia Rojas.
Arturo González
fue un personaje que ha vivió en dos siglos. En la Venezuela rural de los
años veinte y treinta, pero igualmente durante la modernidad venezolana
presente en las últimas décadas del siglo XX y la primera del siguiente, con
sus ventajas y problemas. En ese tiempo su vida la dedicó a contribuir a
mantener vivo el recuerdo de Teresa
Carreño desde la Sala
de Exposición Permanente Teresa Carreño, mediante su extraordinaria habilidad
para conseguir e incorporar a la colección cualquier objeto o escrito sobre la
artista que se produjera en cualquier parte del mundo, como por ejemplo las
copias de las partituras solicitadas a la Grand Biblioteque
de París que ingresaron al archivo en 1997 o el ánfora original en las que
vinieron las cenizas de Teresa Carreño a Venezuela en 1938.
En
el recinto original, una sala rodeada de vitrales completamente acondicionada
para la exposición, tal como lo estipulaba el contrato de comodato: que la Fundación se comprometía
a destinar un local especialmente apropiado que ofreciera las condiciones
propicias para la seguridad y mantenimiento de los materiales guardados y
expuestos.
En
ese espacio durante diecisiete años se realizaron diversas actividades para
preservar la memoria de la insigne artista Teresa Carreño, tales como conciertos,
charlas, bautizos de libros y discos. Entre las últimas actividades en este
sentido recordamos el bautizo del disco Teresa Carreño de la pianista
venezolana Clara Rodríguez. A principios del año 2006 la muestra es trasladada
a un nuevo espacio, en el hall principal, al lado de la actual Librería del
Sur.
Era
muy común escucharle decir a El Chamo: “Desearían muchos teatros de gran
prestigio en el mundo tener estos fondos tan importantes como esta maravilla de
la gran pianista de fama universal”.
Al
final de sus días Arturo González se convirtió en una referencia obligada a la
hora de hablar de Teresa Carreño, como lo podemos observar en numerosos
documentales. Ejemplos son las biografías de Globovisión, Vale TV y Universidad
Nacional Abierta, entre otras; o las numerosas entrevistas y reportajes de
prensa sobre la Sala
o sobre Teresa. A pesar de eso el desconocimiento de su vida y obra es común en
el venezolano.
Texto: Jesús Eloy Gutiérrez
Fotografías: Fondo Documental TTC y Luis Javier Jiménez.